27 de abril de 2010

Comunicado de la CONFER sobre los abusos a menores

"El que recibe a un niño
en mi nombre, a mí me recibe.
El que escandaliza a uno de éstos que cree en mí,
más le valdría que le ataran al cuello
una piedra de molino y lo hundieran en el mar..."
(Mt 18, 5-6)

Comunicado de la Conferencia Española de Religiosos
sobre los abusos a menores.

Para acceder al documento completo
haz clic AQUÍ

26 de abril de 2010

Rompiendo fronteras...



En nuestra búsqueda y necesidad de sentirnos seguros, una de los medios más habitualmente usados ha sido establecer fronteras, barreras, separaciones, muros, lindes... Todo lo que sirva para marcar una distancia, una diferencia entre lo nuestro o lo mío y lo de los otros ha sido usado. Dentro de lo nuestro nos sentimos seguros. Lo otro, lo diferente, lo vemos como una amenaza. En casa nos podemos poner en zapatillas, hablamos nuestro idioma, comemos nuestra comida... Salir de casa significa aventurarnos en el terreno de lo desconocido –otras lenguas, otras costumbres, otras comidas, hasta otro sentido del humor–. No hay mucha diferencia entre nosotros y los animales, que también marcan su territorio con diversas señales para avisar a los otros de su especie de que entran en zona prohibida.


      Jesús, siempre rompiendo con lo cotidiano, con lo normal, rompió con esa forma de ser. Para él no existieron las fronteras. Ni siquiera tuvo una casa. Su vida se hizo en la calle y en los caminos. Su familia se abrió a la otra familia más amplia de sus amigos, de sus discípulos, de los que se iba encontrando por los caminos. Los pecadores, los marginados socialmente, encontraban también cerca de él un manto bajo el que acogerse. El Reino que predicaba era la casa de todos.

Entre los judíos y los gentiles

      A los discípulos no les resultó fácil entender en la práctica las consecuencias de aquella forma de hablar y de actuar de Jesús. De hecho, cuando comenzaron a predicar el Evangelio, la buena nueva de la salvación, se dirigieron preferentemente a los judíos. Ellos eran los portadores de la promesa. Para ellos era la buena nueva. Solamente el rechazo de estos los hizo darse cuenta de que el mensaje de Jesús tenía un alcance mayor del que ellos habían pensado. Descubrieron que la buena nueva de la salvación era para todos los hombres y mujeres de todo el mundo y de todos los tiempos. Entendieron que el amor de Dios que se había manifestado en Jesús era universal. Asumieron que la esperanza creada por la resurrección de Jesús era para todos. Sintieron la alegría de pertenecer a la familia de los hijos e hijas de Dios y se vieron llenos de alegría y del Espíritu Santo. 

      En adelante no tuvieron miedo de salir de su casa, de su cultura y de sus fronteras, de lo conocido y habitual –no hacía falta ser judío para ser cristiano–, para dirigirse a otros pueblos. Tuvieron que aprender lenguas y hacer el estómago a otros alimentos pero vieron que el Espíritu Santo traspasaba fronteras y que la esperanza brotaba en los corazones de los que les escuchaban con corazón sincero. Y que el Reino se extendía.
      La pequeña comunidad de los inicios se convirtió en aquella muchedumbre inmensa “de toda nación, raza, pueblo y lengua” reunida en la presencia del Cordero, de que habla la lectura del libro del Apocalipsis. Son los que han acogido el mensaje de la buena nueva, los que viven en la fe, la esperanza y el amor. Son la comunidad de los creyentes, los testigos del Reino. 

La tentación del gueto

      Esta comunidad, que somos nosotros, siempre tiene la tentación de volverse sobre sí misma. Casi sin darnos cuenta, volvemos a levantar muros y barreras que nos separen de los demás. Y los otros empiezan a ser vistos como una amenaza y, cuando señalan nuestros defectos y faltas, los vemos como enemigos que nos atacan. Cayendo en la antigua tentación, empezamos a defendernos, nos cerramos a cualquier crítica. Nos sentimos intimidados y tratamos de distinguir la conspiración que, sin duda, se ha levantado contra nosotros. 
     Nada más contrario al mensaje de Jesús. Siempre estuvo abierto a escuchar a todos. Nunca estableció barreras ni diferencias. Acogió a todos y con todos se sentó a comer. No le preocupó defenderse porque su única pasión fue proclamar el Reino. Su confianza en el Padre era total. Nadie le podía arrebatar a su gente porque era el mismo Padre el que se los había puesto en su mano. Por eso caminó sin miedo, sin necesidad de protección ni seguridad, sin sentirse amenazado. Hasta se enfrentó a la muerte con la confianza puesta en el Padre. Y éste no le decepcionó sino que le respondió resucitándolo de entre los muertos. 

      El Evangelio de este domingo nos invita a poner nuestra confianza en Dios. La misión confiada a la Iglesia –anunciar la buena nueva de la salvación– es más grande que ella misma. La Iglesia no tiene que perder tiempo en defenderse a sí misma –Jesús nunca lo hizo–. Lo nuestro es salir a la calle, ir más allá de las fronteras, hablar todos los lenguajes y proclamar el amor de Dios para todos. El rebaño de Jesús es un rebaño abierto. El mundo entero es nuestra casa y todos los hombres y mujeres son de los nuestros. 

Fernando Torres Pérez, CMF
Publicado en ciudadredonda.org

Share |

22 de abril de 2010

La cruz de los jóvenes en Pinto

"A los pies del crucifijo 
encontraréis todo bien 
en esta vida y en la otra..."
( M. Úrsula Benincasa )


Nuestras hermanas de la Comunidad de Pinto
han compartido un acontecimiento inolvidable
para toda la comunidad educativa:
la visita de la CRUZ DE LOS JÓVENES,
signo y testimonio de la Jornada Mundial de la Juventud...
Si deseas ampliar información, ver fotografías
o acceder a la presentación y al video que han preparado 
para la ocasión, simplemente HAZ CLIC AQUÍ
y serás redireccionado a nuestro blog de pastoral .


Acceder a noticia completa en PINTO HOY



21 de abril de 2010

ENCUENTRO de SUPERIORAS, ECÓNOMAS y FORMADORAS




Durante los días 9, 10 y 11 de abril
tuvo lugar en la Comunidad de Pinto
el Encuentro anual de superioras, ecónomas y formadoras
presidido por Madre General
e iluminado por las ponencias 
del R.P. Gregorio Matéu.
Agradecemos a Sor Antonia Caballero, 
de la Comunidad de Valencia
y a Sor Victoria Galán, 
de la Comunidad de Alpedrete
la gentileza de compartir estas fotografías.







20 de abril de 2010

Materiales para compartir



La experiencia creyente del apóstol Pedro
a la luz de la Resurrección del Señor
Un itinerario de conversión y seguimiento,
personal y comunitario, hacia el Dios de la Vida


El pasado lunes, 19 de abril de 2010, en Roma,
las hermanas de la Casa General
tuvieron un día de retiro 
con el P.Juan Carlos Di Camillo, C.R.
Prepósito Provincial de Argentina.

Compartimos con los lectores del blog
los esquemas, presentaciones
y textos complementarios
que pueden ser de mucha ayuda
para un rato de oración 
o una jornada de retiro.


La experiencia creyente del apóstol Pedro


La experiencia creyente del apóstol Pedro _1_

MATERIAL COMPLEMENTARIO CLIC SOBRE EL TÍTULO:
"CONVERSIÓN Y SEGUIMIENTO" Segundo Galilea


18 de abril de 2010

Sabían que era el Señor...



DOMINGO III DE PASCUA (C)

(He 5,27-40) “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.
(Ap 5,11-14) Digno es el cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría...


(Jn 21,1-19) No se atrevían a preguntarle quién era, sabían bien que era el Señor.



Antes de analizar el relato de hoy, vamos a seguir reflexionando algo más sobre la experiencia pascual. Después de la misa del domingo pasado, alguien me preguntó, como quien no quiere la cosa, “explícanos en qué consiste la experiencia pascual”. Se trata de una experiencia interior que, o se tiene y entones no hay que explicar nada, o no se tiene y entonces no hay manera humana de explicarla. Esta simple constatación es la clave para afrontar los textos evangélicos que quieren transmitir dicha experiencia. No hay ni palabras ni conceptos para poder meter la realidad vivida, por eso lo primeros cristianos acudieron a los relatos simbólicos. El fallo está en nosotros, que seguimos interpretándolos como crónicas de sucesos en vez de buscar el verdadero mensaje que quieren transmitirnos.

El objeto de esos textos no es explicar ni convencer, sino invitar a la misma experiencia que hizo posible la absoluta seguridad de que Jesús estaba vivo. Descubriremos la fuerza arrolladora de esa vivencia y podremos intuir la profundidad del cambio operado en ellos, si tenemos en cuenta las circunstancias en que se desarrolló la muerte de su Maestro. Las autoridades religiosas y romanas no solo pretendieron matar a Jesús, sino borrarle de la memoria de los vivos. No fue una simple condena a muerte. Fue una condena a ser crucificado. Esa condena llevaba implícita la absoluta degradación del condenado y la práctica imposibilidad de que esa persona pudiera ser rehabilitada de ninguna manera.

Desde esta perspectiva, la posibilidad de que Pilato condenara a la cruz a Jesús por la mañana y por la tarde permitiera que fuera enterrado con lienzos, aromas y ungüentos, en un sepulcro nueva, es absolutamente nula. Pero es completamente lógico, que los primeros cristianos tratasen de eliminar las connotaciones aniquilantes de la muerte en cruz de un Jesús que para ellos lo era todo. También es natural que, al contar lo sucedido a los que no conocieron lo hechos, tratasen de omitir todo aquello que había sido inaceptable para ellos mismos y los sustituyeran por relatos más de acuerdo con lo que querían transmitir.

En el relato que hoy leemos, nada es lo que parece. Todo es mucho más de lo que parece. Responde a un esquema teológico definido, que se repite en todas las apariciones. No pretenden decirnos lo qué pasó en un lugar y momento determinado, sino transmitirnos una experiencia de una comunidad que está deseando que otros cristianos vivan la misma realidad que ellos estaban viviendo. En aquella cultura, la manera de transmitir ideas, era a través de relatos, que podían estar tomados de la vida real o construidos para el caso.

La introducción del relato nos pone en la pista. "Se manifestó" (ephanerôsen) tiene el significado genérico de “surgir de la oscuridad”. Para Juan implica una manifestación de lo celeste en un marco terreno. “Al amanecer”, justo cuando se está pasando de la noche al día, los siete discípulos pasan de una visión terrena de Jesús basada en lo que pudieron percibir a través de los sentidos, a una experiencia interna que les permite descubrir en él lo que no se puede ver ni oír ni tocar. Seguimos el esquema, de que hablábamos el domingo.

1º Situación dada.- Los discípulos están pescando, es decir, habían vuelto a su tarea habitual. Nada más contrario a una búsqueda específica de algo espiritual. Ajenos a lo que les va a pasar, y por lo tanto, ni lo esperan ni lo buscan. Los discípulos están juntos, es decir, forman comunidad. No se hace alusión a los doce. Aparece el siete que es un número de plenitud, referido a todas las naciones paganas. Misión universal de la nueva comunidad.

La pesca es la imagen del resultado de la misión. "Aquella ‘noche’ no cogieron nada". Este dato es de vital importancia para comprender el mensaje. La noche significa la ausencia de Jesús. Sin él, la labor misionera es infructuosa y estéril. Veis como el relato distorsiona la realidad a favor del simbolismo. La pesca se hace siempre de noche, no de día. Sin embargo aquella a la que se refiere el relato, se consigue cuando se siguen las directrices de Jesús.

2º Jesús se hace presente.- Toma la iniciativa y, sin que ellos lo esperen, aparece. La primera luz de la mañana es señal de la presencia de Jesús. Continúa el lenguaje simbólico. Jesús es la luz que permite trabajar y dar fruto. Jesús no les acompaña; su acción en el mundo se ejerce por medio de los discípulos. Las palabras de Jesús son la clave para dar fruto. Cuando siguen sus instrucciones, encuen¬tran pesca y le descubren a él mismo.

3º Les saluda.- Comienza una conversación amistosa, que pretende acentuar la cercanía. “Muchachos" (paidion) diminutivo de (pais) = niño. Es el “chiquillo de la tienda”, “la muchacha para todo”. Al darles ese nombre, Jesús está exigiéndoles una disponibilidad total para el servicio. Por parte de Jesús, la obra está terminada. Él tiene ya pan y pescado. Ellos tienen que seguir buscando y compartiendo ese alimento. Jesús sigue en la comunidad, pero sin actuar directamente en la acción que ellos tienen que llevar a cabo.

4º Lo reconocen.- La dificultad de reconocimiento se manifiesta en que sólo uno de los discípulos lo descubre. No el que mejor vista tiene, sino el que está más identificado con Jesús. Reconoce la Señor en la abundancia de peces, es decir, en el fruto de la misión. Sólo el que tiene experiencia del amor de Jesús, sabe leer las señales. El éxito, es señal de la presencia del Señor. El fracaso delataba la ausencia del mismo. Juan Comunica su intuición a Pedro. Así se centra la atención en éste para introducir lo siguiente.

Pedro no había percibido la presencia, pero al oír al otro discípulo comprendió enseguida. El cambio de actitud de Pedro, reflejado de un modo simbólico en la palabra "se ató". La misma que se utilizó Jn para designar la actitud de servicio cuando Jesús se ató el delantal en el relato de la última cena. Se tira al agua después de haberse ceñido el símbolo del servicio, dispuesto a la entrega. Sólo Pedro se tira al agua, porque sólo él necesita cambiar de actitud. Jesús no responde al gesto de Pedro; responderá un poco más tarde.

La tierra es el lugar propio de la comunidad donde vive con Jesús. Los discípulos que se quedan en la barca, no estaban lejos de esa tierra. No habían tomado ellos la iniciativa de salir a pescar de noche. No ven primero a Jesús, sino fuego y la comida, expresión de su amor a ellos. Son los mismos alimentos que dio Jesús antes de hablar del pan de vida. Allí el pan lo identificó con su carne, dada para que el mundo viva. Es lo que ahora les ofrece. El alimento que les da él se distingue del que ellos logran por su indicación. Hay dos alimentos: uno es don gratuito, otro se consigue con el esfuerzo personal. El primero lo aporta Jesús. El segundo lo deben poner ellos, que han desarrollado su amor y lo manifiestan al trabajar en favor del hombre. No tiene sentido comer con Jesús si no se aporta nada.

El don de sí mismo queda ahora patente por la invitación a comer. Su presencia en el don, es tan perceptible que no deja lugar a duda. La presencia de Jesús en la comunidad es una llegada continuada. Es claro el paralelismo con la escena de la multiplicación de los panes. Es el mismo alimento, pan y pescado y se describen las mismas acciones de Jesús. Jesús es ahora el centro de la comunidad, donde irradia la fuerza de vida y amor. Esa presencia hace capaces a los suyos de entregarse como él. Al decirnos que es la tercera vez que se aparece, significa que es la definitiva. No tiene sentido esperar nuevas apariciones...

5º La misión.- El domingo pasado, el reconocimiento después de la duda se centra en Tomás; hoy se cristaliza la misión en otro personaje, Pedro. Había reconocido a Jesús como Señor, pero no lo aceptaba como servidor a imitar. Con su pregunta, Jesús trata de enfrentar a Pedro con su actitud. Sólo una entrega a los demás como la de Jesús, podrá manifestar su amor. La respuesta es afirmativa, pero evita toda comparación. Sólo él lo había negado. Jesús usa el verbo “agapaô” = amor-amor. Pedro contesta con “phileô” =querer, amistad. Pedro empieza a comprender. Jesús no es el Señor, sino el amigo.

Apacentar = procurar alimento. Jesús le pide la muestra de ese amor. Procurar pasto es comunicar vida. Sólo puede hacerse en unión con Jesús, que es la Vida. “Corderos” y “ovejas” indican a los pequeños y a los grandes, sin distinciones. Le pide que renuncie a toda idea de Mesías que no coincida con lo que Jesús es. El modelo de pastor se entrega él mismo por las ovejas. Pedro le había negado porque no estaba dispuesto a arriesgar su vida. Para la misión Jesús es modelo de pastor. Para la comunidad, es el único pastor.

Al preguntarle por 3ª vez, pone en estrecha relación este episodio con las tres negaciones de Pedro. Espera de Pedro una rectificación definitiva y total. Ahora es Jesús el que usa el verbo “phileô” me quieres, que había utilizado Pedro. Le hace fijarse en ello y le pregunta si está seguro de lo que ha afirmado. Ser amigo significa renunciar al ideal de Mesías que él se había forjado. Jesús no pretende ser servido, sino que, como él, sirva a los demás. Pedro comprende que la pregunta resume su historia de oposición al designio de Jesús. Con la tercera pregunta queda claro que hay adhesiones no válidas.


Meditación-contemplación

Jesús se manifestó de esta manera.
No hay nada espectacular en esa presencia.
Solo el discípulo más cercano a Jesús, 
lo reconoce.
Esta es la clave de todo el relato.
.....................

Si vivo la presencia de Jesús dentro de mí,
lo descubriré en los acontecimientos 
más sencillos de la vida.
Si no lo he descubierto en mí,
lo buscaré en personas o hechos espectaculares.
..........................

Si pongo amor en las cosas que hago,
estaré haciendo presente 
al Dios manifestado en Jesús.
La clave no está en la realidad, 
sino en mi actitud ante esa realidad.
Descubrir esa presencia, 
es la tarea de todo cristiano.
.........................


15 de abril de 2010

La fidelidad y su enemigo...

 " Fiel amante es el Señor..."
( Ven. Úrsula Benincasa )


La fidelidad y su enemigo...
el " mal oscuro "
( acedia y pereza )
 José Cristo Rey Gª. Paredes, cmf

Soy testigo del quebrantamiento de muchas uniones que se prometían eternas y de la disolución de muchos compromisos que se juraron para siempre. Asistí al matrimonio en el que todos escuchamos emocionados las palabras: “… todos los días de mi vida”. Estuve en aquella profesión en que se decía: “… por un año”, o “… por toda mi vida”. Concelebré en aquella Eucaristía en que el joven presbítero acogió emocionado aquellas palabras del salmo: “Tú eres sacerdote para siempre”. Fui confidente de aquella amistad que era única y se pensaba ser ya suficientísima, o del amor de aquellos hermanos que se decían: “¡siempre unidos!

Pasado el tiempo –a veces “¡muy poco tiempo!”- vi cómo todo se derrumbaba. El “todos los días de mi vida” de la esposa o del esposo tenía una fecha de caducidad. El “por un año” de la primera profesión –celebrada a veces con excesiva solemnidad – apenas llegó a un mes. El “para siempre” de la profesión definitiva –cuya celebración parecía un desafío profético- concluyó con el año. El sacerdote “in aeternum” no logró cuajar, y al año, en unos casos, a los pocos años en otros, a la mitad de la vida en otros, o quiza en la madurez, concluyó su ministerio (celebración, predicación, servicio pastoral).

Lo más preocupante de todo es que la infidelidad llega a nosotros como una señal colectiva y, al parecer, propia de nuestro tiempo, de la era del movimiento. Da la impresión de que no tiene tan mala prensa y que encuentra comprensión por todas partes. Se aceptan los hechos consumados, pero no se alienta la creatividad en la fidelidad. Porque ser fiel es difícil, a veces, no pocas veces, muchas veces. La infidelidad acontece poco a poco, en forma latente. La ruptura se inicia con un pequeño roto que poco a poco se desgarra más, una pequeñísima disfunción, que poco a poco se agrava. Algunas fidelidades aparentes, están ya casi muertas por dentro: ¡infieles en el corazón! Sí, cualquiera de nosotros puede ser infiel. La acusación farisáica a los demás y el regodeo morboso de la prensa del corazón requeriría unas palabras como éstas: “el que esté sin pecado que tire la primera piedra”.

La fidelidad tiene un gran enemigo en la pereza, en la acedia. Es un freno constante a ella. La fidelidad requiere capacidad creadora, atención, detalle. La pereza hace morir la fidelidad. También tiene otro enemigo: la acedia, llamada también el “mal oscuro”: muchísimas personas la sienten, pero no sabían que éste es su nombre. Pereza y Acedia son dos aspectos contrapuestos de un solo proyecto: ¡destruir la fidelidad! Son los agentes de una guerra oscura, casi guerrilla que al final nos arrebata aquello que más hubiéramos deseado: ¡llegar a realizar aquel bello sueño primero!


¿Qué es la Pereza?

  
La Pereza es un pecado capital que:
  • nada tiene que ver con la dejadez
  • es, más bien, la permanencia en un rechazo de todo impulso hacia un cambio religioso-moral, o hacia la conversión y metánoia.
  • rechaza vivazmente o busca defender obstinadamente la propia inmovilidad, o se opone a toda reforma y renovación. 
  • en el fondo, desespera malévolamente y desconfía de que un nuevo comienzo o un nuevo punto de apoyo pueda aportanos algo. 
  • Con ello la pereza cierra cualquier camino hacia gracia, la salvación, la vocación.

Acedia o el “mal oscuro”

Gabriel Bunge, un monje de nuestro tiempo, lo denomina el “mal oscuro”. Acedia se puede traducir por tedio, ansiedad, aburrimiento, pereza, desánimo, disgusto, languidez, depresión, náusea. Evagrio lo llamó “demonio de medio día”. Hoy se llamaría “virus meridiano”. Ataca –no los viernes y trece-, sino en esos tiempos muertos, en que la gente sestea y baja sus defensas… como si se tratara del “medio día”.


Síntomas de infección son los sigueintes:

  • atonía,
  • pérdida de tensión en el alma,
  • sensación de vacío,
  • aburrimiento,
  • desgana,
  • incapacidad de concentración,
  • ansiedad del corazón.
Llega precedida de la “tristeza” y la “agresividad”: la tristeza surge de un deseo frustrado y, a partir de ahí, se enciende la ira o la agresividad.

Quien tiene el virus de la acedia manifiesta una cierta inquietud interior, que le lleva a desear el cambio, pero no el cambio que sería necesario, sino otro cambio mucho más superficial: ¡cambiar de casa, de trabajo, de amistades, de compañías! ¡Dejar inacabados los trabajos emprendidos! ¡Cambiar de aires! ¡Vagabundear!

La acedia se manifiesta también como temores a la enfermedad, otras veces como deseos de innovación -pero sólo como huida hacia adelante-.

Quien ha sido atacado por la acedia es, en el fondo, una persona que no se aguanta a sí misma, y, por eso, se evade.

La acedia se trasviste de virtud: ¡actividad incansable!, ¡agenda llena! Así se oculta el propio vacío interior. Todo se exagera. Después se ve: no hay amabilidad sino intolerancia, amargura y prisa…

Personas célibes con acedia acusan al celibato de su mal y ven en el cambio la solución. Personas casadas con acedia acusan al otro cónyuge y sueñan en el cambio que todo lo solucionará. La acedia se excusa. Culpa a todo lo exterior. No percibe que nace de dentro: de un amor desordenado a uno mismo. Un supervirus llamado por los antiguos “filo-autía” (amor de sí).

¡Antivirus contra el “mal oscuro”!

El que suele emplearse no sirve de nada: pospone el problema y lo agrava. Se llama “¡distráigase!”. Para ello está la industria de la diversión, de los viajes, evasiones y aventuras. Después se aumenta la dosis, porque una no basta.

Evagrio -un gran padre espiritual del monacato de los primeros siglos cristianos- encontró un antivirus. Se aplica de forma regular. Estos son sus pasos y consejos:

  • curar las malas raíces: trabaja por dominar tus deseos; aprende el arte del ayuno, de la reducción de necesidades; absorbe tu agresividad en el ejercicio del amor;
  • ser paciente: resiste y permanece donde estás, cuando la tentación es huir; pero ¡no con amargura y resentimiento!;
  • abrir el corazón a un padre o madre espiritual; en ese ámbito no es el padre quien hace al hijo, sino el hijo quien hace al padre; siéntete hijo;
  • hacerlo todo con cuidado y medida: haz las cosas a su tiempo;
  • si lloras ante Dios ya estás superando la acedia: se acerca la curación, porque la acedia es el peor enemigo de las lágrimas;
  • oponte al enemigo: no le dejes lugar;
  • haz el ejercicio de la muerte: piensa que todo acaba, que no puedes determinar tu futuro; que no merece la pena agobiarse por un futuro totalmente desconocido.

Pasado el antivirus, llega la paz, la serenidad y una alegría indecible. El hardware puede re-iniciarse y estrenar programas.

  
Cuidar la fidelidad creadora

  
Cuidar la fidelidad día a día es una tarea digna del ser humano:

  • La fidelidad perdona setenta veces siete.
  • La fidelidad se alimenta con la confianza.
  • Se enciende con el amor.
  • Se consolida con el diálogo, el encuentro.
  • Se robustece con el olvido de sí para diluirse…

 ¡Ven, Fidelidad, a nuestro tiempo! Eres la pizca de orden que nos queda en medio del torrencial vértigo de nuestro tiempo. Eres la roca que nos permite hacer pie cuando tantas cosas se desfondan. Tú, nos enseñas a reciclar y reutilizar todo lo que hemos vivido y tenemos. Tú nos haces cumplir todos los años de vida que nos han sido dados. Tú das sentido al para siempre, al siempre y al desde siempre.


La fidelidad nos hace vivir “centrados”. Vivir es moverse y constituirse en torno a un centro. Se encuentra un centro cuando uno haya su vocación y se compromete con ella. Desde ese centro la Vida organiza nuestra vida, la ordena, le da consistencia. La Vida es el Centro presente en todos los centros.

Pero ¡solo en mi pequeño centro, encuentro el Centro “para mí”! ¡Esa es mi vocación! Es normal que un “centro” nunca responda a todas mis expectativas. Lo que sí responde a ellas, es el horizonte al que “mi centro” me orienta: ¡el Centro de mi centro! “Las mejores amistades son aquellas que Dios aglutina”, decía san Agustín. “Los mejores centros, son aquellos que en Dios se centran”, diría yo. Descentrado no es quien no tiene centro, sino el quien abandona y elige otro, para lo mismo hacer mañana. Hay quienes se juegan todo en cada jugada. Alguien les preguntará un día, qué hicieron con los talentos recibidos.


¡Ven, Fidelidad, a nuestro tiempo! Dale verdad a nuestras palabras públicas y solemnes. Haz verdadera nuestra voz, auténticos nuestros gestos.

“Lo dijo y fue hecho”.

En la era del movimiento necesitamos una generación de mujeres y hombres “fieles hasta la muerte”.

En tiempos de fragmentariedad y descentramiento, necesitamos puntos de referencia, personas imágenes de aquel que dijo “Yo soy el que Soy” o “Yo soy el Amén”.

Es una gracia ser fiel. Pero hay que cultivarla y re-crearla día a día, como una planta, como el cuerpo que se entrena, como el funcionario que no falta a su trabajo, como el orante que no falla al encuentro con su Dios.

El que es fiel en lo poco, poco a poco se hace fiel en lo mucho. Pequeñas infidelidades son embajadoras de la gran Infidelidad.

En este siglo XXI ya hemos asistido a terribles actos de terror, guerras, muertes, catástrofes (tsunamis, terromotos), injusticias y empobrecimientos. Pero también ha habido muchos destrozos a causa de las historias de infidelidad.

¡Que acabe la infidelidad y llegue la Gracia!

Para descargar el archivo haz CLIC AQUÍ

PUBLICADO EN VIDA RELIGIOSA Y EN EL PORTAL http://www.ciudadredonda.org/


13 de abril de 2010

Fraternidad sin puntillas...

" Alegraos cada cual con el bien de las demás.
Que el sufrimiento de una afecte a todas
y que el de la comunidad
lo sienta cada una como propio...
Sed alegres y fraternas..."

( Ven. Úrsula Benincasa)


NADA CON PUNTILLAS: FRATERNIDAD EN CUEROS
LA LUCHA POR LA JUSTICIA
EN UNA CULTURA NIHILISTA
José Ignacio González Faus, s.j.


¿Cómo es posible que la verdadera dicha escasee tanto en nuestra civilización que, sin embargo, ha elevado a la humanidad muy por encima de todas las esperanzas y presentimientos de las generaciones precedentes? ¿No hemos superado mil y mil veces en nosotros al viejo Adán? ¿No somos acaso más semejantes a Dios que a él? ¿No oye la oreja gracias a la membrana telefónica, los sonidos que se emiten en los continentes más remotos? ¿No contempla el ojo, gracias al telescopio, el universo de miríadas de estrellas y, con ayuda del microscopio, todo el cosmos de una gota de agua? ¿No vence nuestra voz al espacio y al tiempo en un segundo? ¿No se burla de la eternidad, grabada en la placa de un fonógrafo? ¿No nos transporta con seguridad el avión a través del elemento vedado a los mortales durante milenios y milenios? ¿Por qué pues estas conquistas técnicas no apaciguan y satisfacen a nuestro yo más íntimo? ¿Por qué, pese a esa paridad con Dios, el alma humana no siente el verdadero júbilo de la victoria, sino únicamente el sentimiento aplastante de que no hacemos más que tomar prestados esos esplendores, de que no somos más que "dioses postizos"? ¿Cuál es la raíz de esta enfermedad del alma?

Stefan ZWEIG, Sigmund Freud. La curación por el espíritu, Barcelona,
Acantilado, 2006, cap. 8.

HAZ CLIC AQUÍ PARA DESCARGAR EL CUADERNILLO COMPLETO






8 de abril de 2010

Y tú, ¿de quién eres?


La Vida Consagrada comporta un pacto con los aspectos más duros de la existencia. También en la soledad. Abrazamos la configuración con Cristo, sabiendo que nos supera, conscientes de que lo nuestro es la tensión por caminar hacia… sin llegar a gustar que lo hemos logrado.

El corazón humano en contacto con Dios, se descubre necesitado y, no pocas veces, solo. Vamos aprendiendo a convivir con la soledad. La situamos, y los más maduros, la convierten en contexto de fecundidad, porque experimentan el corazón lleno de nombres.

El ambiente social nos habla frecuentemente de independencia y con la misma fuerza de encuentro. Nosotros mismos reivindicamos el encuentro, para descubrirnos profundamente independientes.  Se trata de aquello que han diagnosticado algunos autores: “nos encanta estar separados, pero juntos“.

No es ajena a esta tensión la vida consagrada. Tenemos buenas palabras referidas a un nosotros que, en realidad, pueden ser atributos de un “yo“ muy crecido.
Uno de nuestros pecados es aquel de las filias y las fobias. Tan viejo como nuevo; presente en la comunidad de los Hechos de los Apóstoles y en la comunidad del siglo XXI. ¿Estará hoy más crecido?

No deja de ser preocupante nuestro modo de argumentar o valorar dependiendo de quién lo proponga. Nuestra forma de afrontar la vida o una responsabilidad dependiendo de con quien… Nuestra alegría o desánimo, dependiendo de quién nos apoya o nos juzga… La disponibilidad plena, que es nuestra bandera de vida, está menguada con condiciones… porque “depende a quién perteneces”.

En el seno de las congregaciones y órdenes, sin verbalizarse, puede aparecer una pregunta que reduce a la mínima expresión el compromiso religioso: ¿tú, de quién eres? Cuando la respuesta es el nombre de una persona, un círculo de cierto poder, una ideología o un lugar… se hace muy difícil la verdad universal y católica que encierra la consagración. Conjugar dependencia de la misión con la independencia de cualquier presión, es signo de verdad y son pocos los que lo logran. Los consagrados tenemos un buen itinerario de configuración con Cristo: sabemos lo que tenemos que hacer. Todavía más, sabemos que en esa referencia a Él está la felicidad, la que queremos vivir y repartir. La distancia que hay entre lo que queremos y lo que vivimos, nace de los peajes que pagamos a las dependencias o a las medias verdades; a los buenismos y a los juicios inmisericordes. Son distancias que nos sobrevienen por la devaluación de los principios de comunión.

Las hermanas y hermanos que, además, tienen como misión el servicio de animación comunitario reciben en este tiempo un imperativo claro: CUIDAR DE LA DIGNIDAD DE LA PERSONA, DE TODA LA PERSONA CONSAGRADA (Cf. SAO, 13).

Como en tantos otros frentes, en este, también ser hijos de este tiempo nos lleva a no pocos reduccionismos, a gobernar para unos pocos, a escuchar sólo aquello que confirma mi idea, o a silenciar el sufrimiento de quien, por lo que sea, se siente desplazado. Este tiempo… nos pide ensanchar las tiendas, abrir el ministerio, hacernos plurales, acoger la verdad… pero no sólo para quienes somos, sino con quienes somos.
Entonces…. puedes preguntarte: ¿de quién soy?, ¿por quién decido?--- Y liberar tu respuesta de cualquier dependencia o prebenda, cualquier miedo o gratificación…. Si eres del Maestro, ofrecerás luz…”
Cfr. Luis A. Gonzalo Díez, CMF
Director de Vida Religiosa.





7 de abril de 2010

Humor y confianza...

" Hijas mías, SED ALEGRES...
porque así, con ALEGRÍA, desea el Señor ser servido.."
( Ven. Úrsula Benincasa )


Me llamó la atención algo que me contaron de unas provinciales africanas de mi congregación, ellas decían: “Si las jóvenes religiosas no encuentran la vida en la comunidad la buscarán afuera…” Y la vida, cuando se vive a fondo, desarrolla sus componentes de alegría, de gratuidad, de gnerosidad…

“ Dichosa tú, feliz, porque la promesa en la que has creído de realizará “ ( Lc 1, 45 ) sea cual sea el modo en que se manifieste. Necesitamos decirnos esta bienaventuranza unos a otros, y reencender nuestra risa. Una vida religiosa capaz de vincularse con todos aquellos que quieren celebrar la vida y el paso liberador de Dios. Una vida religiosa que sabe reírse de sí misma, y que no se toma demasiado en serio. Humor y confianza. ¡ Qué bien nos hacen… ! La risa compartida puede ser una risa que caldee el ánimo, que genere ambientes de espontaneidad y de amabilidad, de aceptación de la vida. La risa tiene siempre ese componente agregador. El pleno ejercicio de la risa sólo es posible en compañía. Las madres sonríen a sus hijos cuando los despiertan por la mañana y cuando se han hecho daño para que no se preocupen. Aprenden a emplear su sonrisa como remedio curativo.


La risa y la gratitud son buenos medidores de nuestros modos de vivir. En tiempos de estrechez comunitaria, Dios nos desafía a la anchura, a una existencia con amplitud. Reencender la risa significa querer hacer felices a las personas con las que vives en casa, significa que te importan, que tu relación con Dios pasa por tu relación con ellas, por los vínculos que establecemos; significa que conocemos el perdón y el abrazo, y significa también que podemos hacernos valer unas a otras, unos a otros, en nuestra vida en comunidad; que podemos despertarnos lo mejor. La risa se vuelve sagrada cuando es capaz de encender un rostro.

Esa sonrisa sin la que una no se imagina los encuentros con el Resucitado. Luz en los ojos y calidez en las manos… y salir corriendo a decirnos unas a otras: ¡Es el Señor! En gestos tan sencillos como pronunciar un nombre con tremendo amor (Jn 20, 16), preparar un almuerzo inesperado (Jn 21, 9) y mostrar al amigo las heridas curadas (Jn 20, 20).

¿ De qué habláis –nos pregunta Jesús- mientras vais por el camino? (Lc 24. 17).



Mariola López Villanueva

RSCJ

Publicado en Vida Religiosa- marzo 2010

6 de abril de 2010

CARTA DE MIRYAM DE MAGDALA A PRISCA




Querida Prisca:

            Me pides en tu carta que te narre de primera mano mi encuentro con El, con Jesús resucitado, aquella mañana única, que fue el principio de esa realidad nueva, gozosa y esperanzada que compartimos.

            Apenas comenzaba el sol a aparecer por detrás del Monte de los Olivos; todavía no doraba las piedras de las casas, y en el Templo se entonaban los primeros himnos y se preparaba el sacrificio diario. Ni las más madrugadoras de ente las vendedoras habían extendido aún sus mercancías, cuando salté de la cama y salí corriendo fuera de la ciudad, hacia el sepulcro donde le habían puesto. Poco después la ciudad recuperaría sus sonidos, el latido de su vida cotidiana; pero para nosotros todo se había parado el viernes por la tarde. Me dolía la vida que empezaba, me hería la ciudad que se desperezaba, bella y ajena a mi dolor inconsolable. Corrí y corrí a través de las callejas hasta la puerta occidental. La noche había sido un interminable pozo de angustia, vueltas y más vueltas en mi lecho; lo habían matado, Jesús estaba muerto, ¡muerto!, todo se me había venido abajo; no sé qué buscaba pero sólo te puedo decir, querida Prisca, que necesitaba saberle allí, sentir su presencia aunque fuera la de su silencioso cadáver. Era un pobre consuelo, pero me libraría un poco del vértigo y la desesperación.

            Cuando llegué al sepulcro y lo encontré abierto y vacío, se me nubló la vista y me derrumbé. Sentí que todo había acabado. Comencé a llorar y así estuve no sé cuánto tiempo. Miraba el sepulcro, y las imágenes y el eco de sus palabras se agolpaban en mi mente, juntándose con las escenas de la crucifixión y con las burlas y reproches de aquellos que no se habían fiado de él.
            Veía nuestra tierra de Galilea, las aguas de nuestro lago y la luz rosácea y dorada del amanecer, esa luz que tenía las montañas cuando salíamos para reunirnos con la gente que escuchaba absorta a Jesús. Le oía, oía su voz, contándoles aquella historia de un padre que cada día esperaba el regreso de su hijo perdido, y le escuchaba decir que así nos amaba su Padre. Veía los ojos brillantes de gozo de aquella pobre mujer a la que Jesús, después de haberla sanado, llamó hija de Abraham. ¿Sabes Prisca lo que significa ese título para nosotras? Sólo a los varones les es atribuido. Veía a Jesús enfadado con todos aquellos que ponían las leyes por encima de la misericordia y el amor, idolatrizándolas en lugar de cuestionarse si eran conforme a lo que el Padre quería. Recordaba claramente aquella vez que les dijo: “El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado”. Recordé aquel día en que estábamos en descampado, anochecía y era la hora de cenar, no se qué dijo Jesús o qué vimos en él que de repente, lo poco que teníamos comenzó a multiplicarse. Todos estábamos dispuesto a repartir con el vecino. Bastó y sobró. A menudo nos decía que sólo había un Padre y Señor que quería unas relaciones fraternales no prepotentes; que el Padre se preocupaba y lloraba por los pequeños, por los malos, por las mujeres, por los oprimidos de mil formas. Todo esto pasaba por mi mente, y al ver el sepulcro vacío mi dolor se hacía desesperado. Todo aquello había desaparecido, no existía. ¿Tendrían razón los que le pedían una prueba de que lo que hacía y decía venía de Dios? ¿Habían acertado los que le acusaban de estar loco o tener un demonio; de subvertir el orden “querido por Dios”; los que le habían acusado de blasfemo; aquellos que estando ya en la cruz se burlaban diciendo: “Ha puesto su confianza en Dios, que le salve ahora, si de verdad le quiere”?

            Nuestros ancianos y autoridades le habían matado en nombre de Dios, para defender Su nombre. Pero, ¡No podían tener razón! No, no podían porque en Jesús –no se cómo decirlo- se experimentaba el “hesed” de YHWH, su amor fiel, entrañable, solidario, en Jesús se hacía presente ese Dios que nos habían transmitido los antepasados, siempre al lado del pueblo necesitado, oprimido, de los tristes, de los excluidos.
            El no estaba. No escucharíamos más su voz y sus palabras, ni volveríamos a sentir su presencia que nos llenaba de vida. Miré al sepulcro queriendo morirme yo también.
            Me pareció ver algo luminoso en la sepultura, pero yo sólo notaba el vacío, el cuerpo de Jesús que había ido a buscar no estaba allí. De repente noté que no estaba sola y pensé que podían ser los que se habían llevado su cuerpo. Pensé en enfrentarme con ellos, en pedirles, exigirles que me dijeran dónde le habían puesto. Entonces oí mi nombre, ¡era su voz, no podía confundirme! Estaba allí, a mi lado, no había duda, era él. ¡Así pues, él tenía razón, Dios estaba de su parte!; Todo lo que vivimos y esperamos no había sido una ilusión, era verdad! Después de haber sufrido su ausencia, quise agarrarle, retenerle; El me convenció que había otra forma de vivir su presencia, de seguir relacionándonos con él, tan cierta y real como la de antes. El estaría con el Padre, habría vencido a la muerte, y las limitaciones del tiempo y el espacio. Tú lo sabes Prisca, no es tan raro, es la presencia del amor. Cuando dos personas se aman y existe entre ellas una sintonía, una comunión, aunque tengan que estar físicamente alejadas, se saben y se viven en presencia de otro, en su cercanía. Es otra clase de relación; no es fantasía, es real, muy real. Nunca están solos.
            Jesús, además, me envió a comunicárselo a los demás, a Pedro, a Juan, a Felipe, a María... Luego todos juntos tendríamos la misma experiencia de su presencia. El nos envió a comunicar la buena noticia de lo que habíamos vivido y escuchado de sus labios a todo aquél que quisiera escuchar. Y el resto ya lo conoces...

Queridos Priscila y Aquila, se que también vosotros, de otra forma, habéis tenido la experiencia de Jesús resucitado. Esta fu la mía, semejante a la del resto de nosotros, los que convivimos con Jesús. Recibid un fuerte abrazo,

Miryam de Magdala



“Distintas y Distinguidas. Mujeres en la Biblia y en la historia”  M.Navarro –C. Bernabé.  Publicaciones Claretianas

Música para orar y compartir...


Blog de Madre Úrsula © 2008 Template by:
SkinCorner