" Alegraos cada cual con el bien de las demás.
Que el sufrimiento de una afecte a todas
y que el de la comunidad
lo sienta cada una como propio...
Sed alegres y fraternas..."
( Ven. Úrsula Benincasa)
NADA CON PUNTILLAS: FRATERNIDAD EN CUEROS
LA LUCHA POR LA JUSTICIA
EN UNA CULTURA NIHILISTA
José Ignacio González Faus, s.j.
¿Cómo es posible que la verdadera dicha escasee tanto en nuestra civilización que, sin embargo, ha elevado a la humanidad muy por encima de todas las esperanzas y presentimientos de las generaciones precedentes? ¿No hemos superado mil y mil veces en nosotros al viejo Adán? ¿No somos acaso más semejantes a Dios que a él? ¿No oye la oreja gracias a la membrana telefónica, los sonidos que se emiten en los continentes más remotos? ¿No contempla el ojo, gracias al telescopio, el universo de miríadas de estrellas y, con ayuda del microscopio, todo el cosmos de una gota de agua? ¿No vence nuestra voz al espacio y al tiempo en un segundo? ¿No se burla de la eternidad, grabada en la placa de un fonógrafo? ¿No nos transporta con seguridad el avión a través del elemento vedado a los mortales durante milenios y milenios? ¿Por qué pues estas conquistas técnicas no apaciguan y satisfacen a nuestro yo más íntimo? ¿Por qué, pese a esa paridad con Dios, el alma humana no siente el verdadero júbilo de la victoria, sino únicamente el sentimiento aplastante de que no hacemos más que tomar prestados esos esplendores, de que no somos más que "dioses postizos"? ¿Cuál es la raíz de esta enfermedad del alma?
Stefan ZWEIG, Sigmund Freud. La curación por el espíritu, Barcelona,
Acantilado, 2006, cap. 8.
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