“Tened por perdidos los momentos que paséis sin pensar en Dios...
guardad siempre su Presencia..."( Ven. Úrsula Benincasa )
"Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.Jesús les dice: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor.” (Jn 21, 4.12)
Los textos evangélicos no precisan a qué hora se encontró Jesús con los discípulos en el Cenáculo, ni con las mujeres a la vuelta del sepulcro, ni la hora del almuerzo en Tiberiades. Pero si calculamos las acciones que describe el Evangelio, desde que María Magdalena y otras mujeres van al sepulcro, vuelven al Cenáculo, y retornan al sepulcro, momento en el que María abraza los pies del Maestro; si, de igual modo, hacemos cuenta de cuando aparece Jesús a la orilla del Mar de Galilea, orienta a los apóstoles para que echen la red a la derecha, arrastran la red llena de peces, preparan el almuerzo y, a invitación de Jesús, comen el pescado y el pan, tendremos que concluir que estos acontecimientos sucedieron entrada ya la mañana.
La expresión “día nuevo”, “día octavo”, “último día”, se aplica sin duda al día de Pascua, al día de la Resurrección de Cristo, al dominio sobre la muerte. Las profecías tienen cumplimiento, “algo nuevo está brotando, ¿no lo notáis?” Jesucristo, con su claridad, ilumina todo el día, y si cabe mayor luz, es entrada la mañana cuando resplandece el sol sin ocaso.
Los discípulos consagraron esta hora subiendo al templo para orar. Es la hora dedicada al Espíritu Santo, don de Jesús resucitado, que infundió sobre sus Apóstoles en la mañana de Pascua y el día de Pentecostés. “Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo: «Judíos y habitantes todos de Jerusalén: Que os quede esto bien claro y prestad atención a mis palabras: No están éstos borrachos, como vosotros suponéis, pues es la hora tercia del día, sino que es lo que dijo el profeta: Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños.” (Act 2, 14-17)
Es la hora del trabajo, el momento en el que pasó el Señor y miró a los que estaban parados: “Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo." (Mt 3, 4).
El que cree no vive hora vacía, huérfana de la presencia divina, pero a su vez sabe apoyarse en la sacramentalidad que le ofrece cada hora en referencia a la vida de Jesús, el Maestro. Y a media mañana no sólo tiene el posible descanso para tomar el bocadillo, sino que cabe recordar la hora en que Jesús invitó a los suyos a almorzar, y envió sobre los Apóstoles el Espíritu Santo, como tregua y vaso de agua en la fatiga.
¿Vives así la jornada?
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