" Que Cristo absorba vuestro pensamiento como maestro, como amigo..."
( Úrsula Benincasa )
DISFRUTABA DE LA VIDA...
Dolores Aleixandre (*)
Frente a Juan Bautista, aquel hombre de desiertos, austeridades, ayunos y palabras sobrecogedoras, a más de uno debió escandalizarle la facilidad de Jesús para hacerse amigos, rodearse de gente, caminar en compañía, aceptar invitaciones y sentarse a la mesa con todo tipo de personas. En una ocasión dijo en voz alta lo que sabía que muchos murmuraban por lo bajo : “ Vino Juan el Bautista, que no comía ni bebía y dijisteis: «Está endemoniado». Viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: «Ahí tenéis a un comilón y a un borracho, amigo de los publicanos y pecadores » ( Lc 7, 33-34). Y es que llevarse a sus discípulos a una boda en Caná no resultaba una manera adecuada de iniciación al discipulado, ¿no hubiera sido mejor que se formaran en una escuela rabínica o en una vida disciplinada y seria, lejos del bullicio y las distracciones de un pueblo o una ciudad? Una fiesta de bodas no parecía un lugar conveniente para alguien de quien decían que era un profeta: ni Amós, ni Isaías ni Jeremías habían participado nunca en festejos de ese tipo. ¿Qué hacía este galileo itinerante interviniendo para que el vino que se sirviera al final fuera el mejor que el somelier había probado nunca? ¿Por qué se le vio después a sus anchas, sentado en la hierba y rodeado de la gente que le había seguido y que ahora descansaba y comía el pan y pescado que él les repartía? Y cuando en más de una ocasión, algunas mujeres imprudentes y atrevidas le ungieron con perfume, dicen que en vez de apresurarse a lavarse y purificarse, dejó que su túnica, sus pies y su cabeza quedaran impregnadas de un penetrante olor a nardo...
Era evidente que amaba esta vida nuestra: sus gentes, su proximidad, su conversación, sus manjares, sus vinos, sus perfumes, sus fiestas, sus paisajes. “Así es vuestro Padre”, parecía decir: “desea vuestra compañía, os acoge a su mesa, os ungirá con óleo, hará rebosar vuestra copa...Veníos conmigo, dejadme conduciros a Su casa, confiad en mí, yo sé cuáles son los caminos que conducen a ella. Trabajad para que ninguno de vuestros hermanos quede excluido del banquete y todos puedan darle gracias y bendecirle”.
Dolores Aleixandre (*)
Frente a Juan Bautista, aquel hombre de desiertos, austeridades, ayunos y palabras sobrecogedoras, a más de uno debió escandalizarle la facilidad de Jesús para hacerse amigos, rodearse de gente, caminar en compañía, aceptar invitaciones y sentarse a la mesa con todo tipo de personas. En una ocasión dijo en voz alta lo que sabía que muchos murmuraban por lo bajo : “ Vino Juan el Bautista, que no comía ni bebía y dijisteis: «Está endemoniado». Viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: «Ahí tenéis a un comilón y a un borracho, amigo de los publicanos y pecadores » ( Lc 7, 33-34). Y es que llevarse a sus discípulos a una boda en Caná no resultaba una manera adecuada de iniciación al discipulado, ¿no hubiera sido mejor que se formaran en una escuela rabínica o en una vida disciplinada y seria, lejos del bullicio y las distracciones de un pueblo o una ciudad? Una fiesta de bodas no parecía un lugar conveniente para alguien de quien decían que era un profeta: ni Amós, ni Isaías ni Jeremías habían participado nunca en festejos de ese tipo. ¿Qué hacía este galileo itinerante interviniendo para que el vino que se sirviera al final fuera el mejor que el somelier había probado nunca? ¿Por qué se le vio después a sus anchas, sentado en la hierba y rodeado de la gente que le había seguido y que ahora descansaba y comía el pan y pescado que él les repartía? Y cuando en más de una ocasión, algunas mujeres imprudentes y atrevidas le ungieron con perfume, dicen que en vez de apresurarse a lavarse y purificarse, dejó que su túnica, sus pies y su cabeza quedaran impregnadas de un penetrante olor a nardo...
Era evidente que amaba esta vida nuestra: sus gentes, su proximidad, su conversación, sus manjares, sus vinos, sus perfumes, sus fiestas, sus paisajes. “Así es vuestro Padre”, parecía decir: “desea vuestra compañía, os acoge a su mesa, os ungirá con óleo, hará rebosar vuestra copa...Veníos conmigo, dejadme conduciros a Su casa, confiad en mí, yo sé cuáles son los caminos que conducen a ella. Trabajad para que ninguno de vuestros hermanos quede excluido del banquete y todos puedan darle gracias y bendecirle”.
Y entonces , podemos preguntarnos. ¿ por qué hablaba tanto de la puerta estrecha y de perder la vida para ganarla y del grano de trigo que cae en tierra y muere para dar fruto ? ¿Por qué aquel final suyo tan tremendo de pasión, azotes, corona de espinas y cruz?
Es que le importábamos nosotros más que su propia existencia y, si para que tuviéramos vida y vida abundante él tenía que perder la suya, nada ni nadie podía “distraer” ni detener su amor. Pero esa es otra historia para otro día.
(*) Publicado en " Humanizar " de los Padres Camilos.
(*) Publicado en " Humanizar " de los Padres Camilos.
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