23 de octubre de 2009

BARTIMEO...



¿ Qué quieres que haga por ti ?



CONTEXTO.- Seguimos en la misma dinámica. Sale Jesús de Jericó, camino de Jerusalén. Hoy no hay enseñanza añadida, el mimos relato entraña la lección. Es la última jornada hacia Jerusalén (Jericó está a unos 30 kms. y era la última parada y fonda). Lc sitúa el relato antes de entrar en Jericó y luego Jesús dice a Zaqueo que tiene que hospedarse en su casa. Estamos en la última escena, antes de entrar en Jerusalén. Después del relato de hoy, el evangelio de Mc da un profundo quiebro. Lo que acontece en Jerusalén está más cerca del relato de la pasión que de lo narrado hasta ahora de su vida pública.





Es un relato que tiene poco que ver con los que Mc ha utilizado hasta ahora. Le llama. Le pregunta qué es lo que quiere. Admite el título de Hijo de David. No lo aparta de la gente. La curación no va acompañada de ningún gesto. No le manda guardar silencio sobre lo sucedido. Una vez que Mc ha dejado claro que el camino hacia el Reino es la renuncia y la entrega hasta la muerte, ya no hay lugar para los malentendidos. No tiene sentido mandar callar ni rechazar el título de Mesías. Como vamos a ver, todo son símbolos.




Explicación.- Al borde del camino. Bartimeo es el símbolo de la marginación, está fuera del camino, tirado en la cuneta, sin poder moverse, viendo como los demás pasan y dependiendo de ellos. El ciego tenía ya asignado su papel, (la exclusión), pero no se resigna. Sigue intentando superar su situación a pesar de la oposición de la gente. “Hijo de David” era un título mesiánico equivocado; suponía un Mesías rey poderoso, que se impondría con la fuerza. Pero Jesús está ya tan cerca de la muerte que no se podrá mantener el equívoco por mucho tiempo. A Mc ya no le importa, no manda callar, para que no se divulgue un falso mesianismo. En el relato siguiente (la entrada de Jesús en Jerusalén) vuelve a poner “Hijo de David” en boca de la multitud.




Le regañaban para que se callara. Los que acompañan a Jesús no quieren saber nada de sus problemas. Piensan: Deja de molestar y asume tu triste condición. En la situación en que te encuentras no tienes derecho a protestar ni a gritar. Aguanta y cállate. Era el sentir del pueblo judío, tan religioso él. “La gente” significa, para nosotros hoy, la inmensa mayoría de los cristianos que siguen a Jesús, pero no descubren la necesidad de ver más allá de sus narices y emprender un nuevo camino. Una vez más aparece la sutil ironía de Mc: los que seguían a Jesús eran un obstáculo para que el ciego se acercara a él. También a Zaqueo en Lc, la gente, que iba con Jesús, le impedía verlo.




Llamadlo. Llamaron al ciego... Levántate que te llama. Se advierte claramente la carga simbólica del relato. En menos de una línea se repite por tres veces el verbo llamar. La llamada antecede siempre al seguimiento. Soltó el manto, dio un salto y se acerco a Jesús. Jesús valora la situación de muy distinta manera que los que le acompañan. Al menor síntoma de acogida, el ciego tira el manto y da un salto. Un ciego debía andar a tientas y con cuidado. Ahora confía, aunque no ve. El manto representa lo que había sido hasta el momento. Todo lo manda a paseo. Lo que era su refugio, se convierte en un estorbo. El marginado, se pone de un salto en medio del camino y abandonando su única seguridad, el manto. Todas sus esperanzas están ahora en Jesús. El tirar el manto y el salto de la cuneta al centro del camino, marca el verdadero milagro, que el mismo ciego realiza.




¿Qué quieres que haga por ti? Desde el punto de vista narrativo, la pregunta no tiene ningún sentido. ¡Qué va a querer un ciego! La pregunta que le hace Jesús, es la misma que, el domingo pasado, hacía a Santiago y Juan. La pregunta es idéntica, pero la respuesta es completamente distinta. Los dos hermanos quieren “sentarse” en la gloria con Jesús. El ciego quiere ver para “caminar” con él. La diferencia no puede ser más abismal.




¡Que pueda ver! Jesús provoca, con su pregunta un poco absurda, este grito. En toda la Biblia, el “ver” tiene casi siempre connotaciones cognitivas. Ver significa la plena comprensión de aquellos que es importante para la vida espiritual. Este grito es el centro del relato, siempre que descubramos que no se trata de una visión física. Se trata de ver el camino que conduce a Jerusalén para poder seguirlo. El camino de la renuncia que conduce hacia el Reino. De ahí la respuesta de Jesús: ¡Anda! El objetivo final no es la visión, sino la adhesión a Jesús y el seguimiento. Una lección para los discípulos que no terminan de ver. Siguen a Jesús por el camino material, pero no por el de la renuncia hacia la cruz.




Tu fe te ha curado. Una vez más, la fe-confianza es la que libera. Solo él ve a Jesús. Solo él le sigue por el camino... el camino que lleva a la entrega total en la cruz. Mc deja bien claro que una respuesta auténtica a la llamada de Jesús, será siempre cosa de minorías. La multitud que seguían a Jesús sigue ciega. Todos estos domingos venimos viendo la falta total de comprensión de los discípulos. No habían ni siquiera atisbado la propuesta de Jesús. Solo después de la experiencia pascual ven a Jesús y le siguen.




Y lo seguía por el camino. El ciego, una vez que descubrió a Jesús le sigue en el camino. Antes estaba al borde, es decir fuera del camino. El relato de una ceguera material es el soporte de un mensaje teológico: Jesús es capaz de iluminar el corazón de los hombres que están ciegos y a obscuras. Los discípulos demuestran una y otra vez, su ceguera. Un hombre tirado en el camino, ve. Antes de ver, espera el falso “Mesías davídico”. Después sigue al auténtico Jesús, que va hacia la entrega total en la cruz, y le sigue.




Ya en la primera lectura de Jeremías encontramos un anuncio del este mensaje: Dios salva un resto de su pueblo. No salva a los poderosos, ni a los sabios, ni a los perfectos, (no sienten ninguna necesidad de ser salvados) sino a los ciegos y cojos, preñadas y paridas. Es decir a los pobres. No es el ciego el que está hundido en la miseria. La verdadera miseria humana está en los que, aún siguiendo a Jesús, le mandan que se calle. Lo estamos repitiendo todos los días. ¡Que se callen todos los miserables que molestan! ¡Que eliminen los mendigos de las calles! No nos dejan vivir en paz. No oír, no ver la miseria que hay a nuestro alrededor, mirar hacia otro lado, es la única manera de vivir tranquilos...




APLICACIÓN.- La evolución ha sido posible porque la vida ha sido despiadada con el débil, enemiga acérrima de lo imperfecto. Todo el evangelio se reduce precisa¬mente a un cambio sustancial en la marcha de la evolución. Jesús, con su vida, no hizo otra cosa que trastocar esa escala de valores, que aún prevalecía entre los hombres de su tiempo. Se daba por supuesto que Dios estaba en esa dinámica, y que todo lo defectuoso era rechazado por Él. Esto es lo que no podía soportar Nietzsche, porque creía que el evangelio exaltaba la mezquindad. Nunca fue capaz de descubrir el valor de un ser humano a pesar de sus radicales limitaciones. La esencia de lo humano no está en la perfección ni física ni síquica ni moral sino en la misma persona, independientemente de sus circunstancias.




La actitud de Jesús fue un escándalo para los judíos de su tiempo y sigue siendo escandalosa para nosotros hoy. Creemos ingenuamente que hemos superado esa dinámica. Tal vez hemos avanzado con relación a las limitaciones físicas, pero ¿Qué pasa con los fallos morales? Jesús no sólo se acercó a los ciegos, cojos y tullidos; también se acercó a los pecadores públicos, a las prostitutas, a las adúlteras. Lc, inmediatamente después de este relato, inserta el de Zaqueo (publicano-pecador) que expresa lo mismo que este del ciego, pero con relación a los excluidos por impuros. Nosotros aún seguimos hoy creyendo que los pecadores que nosotros rechazamos, son también rechaza por Dios. Ellos nos preceden en el Reino de los Cielos, porque seguimos estando ciegos a la manifestación de Dios en Jesús.




La escala de valores que nos propone el evangelio, no sólo es distinta, sino radicalmente opuesta a la que los humanos manejamos todavía hoy. Entendemos al revés el evangelio cuando pensamos: Qué grande es Jesús, que de una persona despreciable, ha hecho una persona respetable. Desde nuestra perspectiva, primero hay que cambiarla, después hablaremos. El evangelio dice lo contrario, esa persona ciega, coja, manca, sorda, pobre, andrajosa, marginada, pecadora; esa que consideramos un desecho humano, es precioso para Dios. ¡Nos queda aún mucho por andar!




Jesús fue capaz de abrir los ojos a los que no veían y los oídos a los que no oían. ¿De qué ver y de que oír se trata? No del físico, por supuesto. Cuando Jesús decía: "El que tenga oídos para oír, que oiga", ¿a qué se refería? Cuando los fariseos preguntaron a Jesús: ¿Es que nosotros estamos ciegos? No se refería a la ceguera física, porque les contestó: Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste. Por seguir valorando como lo más importante lo físico, lo biológico, seguimos dando tanta importancia a los milagros entendidos materialmente. Esta actitud dificulta la posibilidad de entender bien los relatos evangélicos correspondientes a milagros.




Meditación-contemplación








¿Qué quieres que haga por ti? –Maestro, que pueda ver.




Grita desde lo hondo de tu ser una y otra vez:




¡Que pueda ver! ¡Que pueda ver!...




Y pronto te responderán:




¡Pero si puedes ver! Solo tienes que abrir los ojos.




……………….




Nos han convencido de que para ver,




Necesitamos alguien me coloque unas gafas.




Absolutamente falso. El ojo interior está hecho para ver,




Y tu verdadero ser está siempre iluminado.




………………




Descubre la causa de tu ceguera.




Abre bien los ojos y si hay algo que no te deje ver, apártalo.




Nade tiene que traerte un candil o prestarte prismáticos.




Tu e-mail puede estar lleno de basura y no cabe el verdadero mensaje.

…………………..

Música para orar y compartir...


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